
Bueno, pues que estba yo leyendo Alguien voló sobre el nido del cuco, y me interesaba mucho, pero siempre me dormía, y decidí meter algo más ligero por medio. Tenía El guardián entre el centeno en casa, lo había comprado hacía poco. No sé por qué me había dado por comprarlo, lo había empezado una vez hacía años (cogido de una biblioteca) y me había repateado, pero creo que porque era en gallego, no me gusta el lenguaje barriobajero en gallego. El caso es que recordé que era de un adolescente que se iba de su colegio y tal, y pensé que sería bastante ligero para intercalar con Alguien voló sobre el nido del cuco. Así que lo empecé.
Muchas veces los libros nos dan estas sorpresas. Algo que un día no te gusta nada, al cabo de un par de años te alucina. Siempre merece darles segundas oportunidades, a los libros. Supongo que a la gente también. Esto que estoy diciendo también debe de ser psicoanalizable, seguro.
El caso es que en esta ocasión flipé con esta historia, tan aparentemente sencilla y tan compleja en realidad, tan frívola y profunda a la vez... no sé... sé leer y comprender... pero al intentar explicar me cuesta muchísimo más. El caso es que te puedes indentificar mucho con Holden Caufield, supongo que es la grandeza de esta obra, que todo el mundo se siente identificado en cierta medida. Se fija en las típicas cosas por las que juzgamos a las personas, pero que ni siquiera nos damos cuenta, pero él se da cuenta y además lo dice. Es genial.
Bueno, que me ha dejado medio obsesionada y he buscado cosas relacionadas en internet, y todo. Encontré en YouTube y en Goear algun trozo leido/interpretado. Tenía intención de poneros alguna de esas cosas aquí, pero era todo falsísimo. Así que se me ocurrió leeros yo misma un rato, pero me da pereza y pudor, asi que leed vosotros mismos si lo tenéis a bien. Para eso os dejo el enlace, y esta cita:
Jesucristo me cae bien, pero con el resto de la Biblia no puedo. Esos discípulos, por ejemplo. Si quieren que les diga la verdad no les tengo ninguna simpatía. Cuando Jesucristo murió no se portaron tan mal, pero lo que es mientras estuvo vivo, le ayudaron como un tiro en la cabeza. Siempre le dejaban más solo que la una. [...] Cuando estaba en el Colegio Whooton solía hablar mucho de todo esto con un chico que tenía su habitación en el mismo pasillo que yo y que se llamaba Arthur Childs. [...] Recuerdo que una vez le pregunté a Childs si creía que Judas, el traidor, había ido al infierno. Childs me dijo que naturalmente que lo creía. Ese era exactamente el tipo de cosas sobre las que nunca coincidía con él. Le dije que apostaría mil dólares a que Cristo no había mandado a Judas al infierno, y hoy los seguiría apostando si los tuviera. Estoy seguro de que cualquiera de los discípulos hubiera mandado a Judas al infierno —y a todo correr—, pero Cristo no.
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