lunes, 2 de agosto de 2010

¿Yo comiendo caracoles?

Sinceramente, siempre me han dado un poquito de asco los caracoles, no así para verlos o incluso tocarlos, pero ¿comerlos? ¡ugh! con todas esas babasss... bueno, eso era lo que pensaba hasta hace bien poco. Últimamente les he ido perdiendo un poco el asquito porque a mi pareja le encantan y siempre me dice lo buenos que estan, cómo se limpian y todo eso... y ya tenía curiosidad de probarlos. Bueno, la verdad es que ya cuando viví en Lisboa tuve intención de probarlos, que allí son muy típicos, pero al final no me animé. Y hace unos meses los probé en un bar en Andalucía, pero no estaban nada buenos y ya estaba yo convencida de que lo mío con los caracoles no podía ser.

Pero el otro día fuimos a la feria de las Autonomías a Coruña y estuvimos tomando algo en la caseta de Andalucía... ¿adivináis qué comimos? Pues sí, caracoles... me atreví a probarlos y ¡sorpresa! me gustaron, ¡mucho! la salsita sabía parecida a la de los callos, y la carne parecida a la de los bígaros. Si tenéis ocasión, animaos y probadlos, y si no os gustan, dadles otra oportunidad :D

Lo de la cara de loca sólo es porque intentaba que se viera claramente que estaba comiéndolo, jejeje.
Y a la derecha, el platito de caracoles

4 comentarios:

  1. Me encanta que me den la razón. Bocatto di cardinale.

    ResponderEliminar
  2. Lo siento, no puedo. Me dan un repelús tremendo. Aunque tambien me lo daban los bígaros y la última vez que estuve por tu tierra, me atreví con ellos y con las navajas, que tambien me daban un asco horrible.... y estaban buenísimos. Aunque debo decir que me enamoraron las vieiras y zambouriñas.... eso sí que es bocatto di cardinale.

    Besucos.

    ResponderEliminar
  3. Jajajaja, Queli, a mi también me daban asquito, es más, la primera vez que los probé pensé que "nunca mais", pero ya ves... la verdad es que estos estaban muy buenos, jejeje.

    ResponderEliminar
  4. El rellenado manual de caracoles ha sido desde hace siglos una práctica habitual y muy apreciada en los países mediterráneos y en buena parte de las regiones del norte de Europa y Ucrania occidental. Los buenos rellenadores de caracoles tenían la destreza suficiente para calzar quinientas babosas en sus respectivos cascarones en menos de veintitrés minutos. En 1952, un cocinero de Marsella llamado Jean Françoise de la Reviere obtuvo el record de ensamblar quinientas unidades en veinte minutos y treinta y dos segundos, sin que se le resbalara una sola babosa de las manos.

    Con el aumento progresivo del precio de la mano de obra especializada, esta práctica que requiere gran habilidad de brazos y mayor destreza en los dedos fue perdiendo popularidad hasta que un empresario sevillano puso hace ya más de veinte años en el centro de la capital andaluza una taberna de caracoles reciclados. El éxito comercial fue tan grande que los negocios de restauración de caracoles reciclados han llegado a proliferar por toda Europa, sur de Asia, norte de África, América del Sur y los estados de Norteamérica más afines a la cultura mediterránea. A pesar de que la demanda mundial de caracoles reciclados se ha disparado por casi treinta y cinco en los diez últimos años, la tecnología no ha sido aún capaz, salvo en lo que respecta a la cría automatizada y al almacenado y transporte, de mejorar la elaboración, aún artesanal, de estos apreciados manjares llamados popularmente “carabosas”, por lo que el oficio de rellenador manual de caracoles o “carabosero” se ha convertido en uno de los más prestigiosos y demandados de todo el mundo.

    ResponderEliminar

¿Y tú, qué opinas?